Se conmueven al viento
las adormecidas campanas,
con su tranquilo tañido
despiertan de los sueños
inmensos anhelos.
En las luces que abrazan las manos
surgen compasivos sueños,
en su tintineo nacen dulces pétalos
de corazones y versos.
Flores blancas decantándose
van cayendo,
meciéndose y contorneándose
sortean el viento,
deslizan su dócil misterio
y acarician mis desvelos
con su níveo silencio.
Su trino es sigilo,
su susurro alborozo,
y en sus bucles dorados
mezo dulcemente
mis íntimos pensamientos.
Entre la multitud me aturdo
y aspiro la derrota por el camino,
te busco entre los verdes senderos
y allí te siento y me conmuevo.
Te pido que roces tu aleteo
en mis temblorosas manos
y me alejes del cieno,
apenas te revuelves
y levantas el vuelo.
Déjame cobijarme en tus manos
reclinar mi cabeza en tu reguero.
Mis alas se arrullan al alba,
porque así es como adormezco
la nostalgia de tu recuerdo.
Soñaba con encontrarte
trazarme a tu lado,
observarte
y
tú me observabas,
me meditabas,
adivinabas con tristeza
el iris de mi alma.
Era por ti
que estabas a mi lado
y apenas te percibía.
Ahora te pienso,
como la luz que sale de dentro,
subsistente y áurea
como un destello.
Reverdecen en mis lágrimas
las letras que prendo,
querías que te sintiera
como ahora te siento,
no alejes de mi lado todo aquello
por lo que ahora te pienso.
Ojalá pudiera volver atrás,
a aquel tiempo.
Taizé 10.04.09 18.30
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