He visto la tierra llorar,
los cielos sangrar,
los desiertos llenos de carros de metal,
soldados fundirse en caminos errados,
naciones donde sólo hay oscuridad,
donde los niños sufren la pesadilla
de la neciamente llamada humanidad.
He vistosos ríos sucumbir buscando cobijo,
las fauces del mal agrietar las nubes,
al hombre llorar por la maldad de su maldad.
Pero tiempo vendrá que todo esto cambiará,
el mal sucumbirá de nuevo,
y ante tanta maldad,
Él, la Luz, triunfará,
y las almas de los niños,
donde los budas sucumbieron,
volverán a respirar
a andar, a cantar de nuevo,
y sonreirán.
Renacerán de las manos
de los hermanos en el cielo.
Mostrarán la luz que toda maldad barrerá,
y que nada ni nadie podrá objetar.
La ciudad de los niños,
abrirá sus puertas
para en ellos poder habitar,
Y nadie más podrá recalar,
sólo los niños y niñas
harán fructificar la semilla,
Que un día echará a andar
Y la ciudad de Dios