Supongo que a veces creemos estar solos, y si realmente existimos, no lo estamos, siempre nos rodeará un hálito de la belleza vivida, reflejo de la vida, y vida en si misma. La puerta que se cierra es un camino abierto al mar. La ventana de nuestra conciencia alumbra otras almas que nos buscan y necesitan amar, aunque en silencios agostados y reverdecidos en las enredaderas de los pensamientos cruzados e inconexos, clamando todos los días por el misterio de nuestra existencia, de nuestro querer, de nuestro amar, de nuestra vida en soledad, y en los momentos de agonía que envuelven nuestros mas bellos recuerdos, esas notas del pasado nos transportan con todo lujo de sonoridades hasta el momento mas bello vivido en nuestra vida real, esa que ha existido, que existe y existirá por siempre y para siempre, en nuestro mas profundo e iluminado rincón del más amar. Ese jardín de pétalos y latidos inertes en el tiempo, pero tan vívidos y latentes en nuestras venas, que hacen que nuestra sangre borbotee alegre, aun cuando nuestra forma terrenal no esté, porque en nosotros habita nuestra vida, no es nuestra vida la que nos hace habitar, sino la vida que llevamos impresa la que nos aleja del mal y nos lleva de la oscuridad al mar, ese mar extenso en belleza, que nuestros pensamientos y deseos cohabitados en esta existencia, van tejiendo en nuestro mundo aparte y nos espera con sus flores para que sigamos escribiendo en sus pétalos las notas que nuestra alma es capaz de engendrar, que nuestro amor es capaz de emanar, que nuestra vida ha sido capaz de dar de nuestro mas intimo y contacto con el Amor de verdad.
Busquemos pues el Amor de verdad y dejemos de lado toda nuestra pretérita desilusión, nuestra perecedera materialidad, nuestra resolución de vernos sumidos en lo profundo de la irrealidad, porque somos, y nuestro ser está, porque pudiera ser fuéramos más en la esencia de la Vida del Devenir, el Alma, que en todas las vidas que podamos aquí transitar.