jueves, 22 de abril de 2010

Vivir con el alma a cuestas



Vivir con el alma a cuestas,
desandar los recuerdos
y sortear las sombras oscuras,
desvanecer los sufrimientos
que entrañan las ausencias,
sentir el vacío lleno de fuegos.

La noche se convierte en locura
vigilia de los sueños errantes
que nos traspasan  el alma aquietada.

Vivir sin dejarse transitar  ni transcurrir,
apoyar la mano en la sombra que es luz
y nunca sentir el final del alma
como el abrazo de la vida transito.

La vuelta al origen
del que nos creó,
amarse en el amor sentido
que cada día nos estremece,
profesarse en al amor abrazado
que cada día nos ceñimos.

Tómame de la mano
deja que la estela de los sentimientos
se deslicen en su hálito
como una apacible carta de adhesión.

Un pequeño renuevo en letras
que alimentan la razón
la del  alma y el corazón,
brote de luz que atrae vida
que nos llega cuando esta termina
su tupida andadura escarchada.

Al igual que la candelilla
podemos surgir al albor
envolvernos en su reminiscencia
de lo que fuimos en su fulgor.

Abrazar en los cielos las almas
de los que nos quisieron
como son,
como somos,
como Él nos dio.

En tanto la lluvia con su tintineo
abre la memoria de un recuerdo,
la vida nos lleva de la mano
en su silencio opaco y extraño.

Extrañando en el vacío del alma,
el alma que nos ama sin nada,
pero sabiéndonos cercanos
aun en tan larga travesía.

La esencia que nos une
en el amor  a la vida pertenece,
nunca dejará que a la muerte
su abrazo inmutable  nos aleje.

jueves, 15 de abril de 2010

Lágrimas rojas



Lágrimas púrpuras
se ciernen inertes
entre los últimos estertores del día
que anuncian la  luna llena,
un tiempo lejano y cercano
en la viña del Abba,
su Retoño fue quien nos dio
los haces rojos
que iluminan
nuestro corazón.

Hoy inicio y percibo
el silencioso retorno
de su dulce corazón,
el deseo de todo corazón
ante el desamparo humano,
de su regreso
fuente de frutos
y hontanar de corazones
en caridad y amor.

Cuando ya se ciernen
los cierres de las puertas
se elevan cánticos al Abba,
cánticos de alabanza y alegría,
cánticos de paz y amor,
en Taizé germina
la verdadera semilla
de la paz en el amor.

Después de siglos
de oscura desazón,
el hombre cristiano
se ve en si mismo
como la caridad
Dios que nos otorgó
renuevo en blanca flor
promesa de paz y amor.